Desde el punto de vista la ficción la idea es impresionante, un almacén
secreto, el “almacén 13”, donde se guardan objetos mágicos, peligrosos y por
tanto codiciados para proteger a la humanidad. Así que en ese almacén perdido
en algún lugar remoto de los Estados Unidos se guardan un sinfín de objetos de
la historia de la humanidad y de un buen número de personajes y lugares, tanto
míticos como hasta cierto punto contemporáneos, como es la bola de la discoteca
del Studio 54, talismanes contra el fuego, pelotas que se reproducen al
tocarlas, el espejo de Carroll y un largo etcétera. Sin embargo, el resultado
no pasa de ser entretenido, ya que da la impresión de que es una serie
destinada al gran público familiar, y en donde, por tanto, las acciones y las
consecuencias están tremendamente medidas.
Dos agentes del Servicio Secreto de los EE.UU. son reclutados como
agentes del almacén. Un lugar apartado y gigantesco. Su misión es sencilla,
proteger el almacén y seguir recuperando objetos que alteran la personalidad de
la gente y los ponen en peligro. De vez en cuando, esos objetos aparecen en
algún lugar del mundo y ellos deben ir a recuperarlos. Mientras, se queda como
vigilante del almacén su jefe y una ayudante superdotada que intentará también
luchar contra el mal. Los protagonistas y las situaciones recuerdan mucho a Fringe: agente femenina guapa e
inteligente, agente masculino guapo, infantil y con un don para presentir
cosas. Un jefe algo alocado, mitad científico, mitad policía y un oscuro
entramado de personalidades que controlan el almacén —los regentes—, al margen
de ningún control. Los casos se suceden aunque son difícilmente justificables,
es decir, que la serie es poco verosímil, rozando el absurdo en muchas
situaciones.
Me ha interesado la abundante presencia de la literatura en la serie,
así, un capítulo se dedica a Poe –su pluma mágica que hace realidad lo que se
escribe con ella—, otro a H.G. Wells, que en la segunda temporada se convierte
en malo malísimo. Hay también algo de protagonismo para Lewis Carroll, ya hemos
mencionado que su espejo aparece y juega un papel muy importante en una parte
de la trama, en definitiva, una vez más, literatura e imagen se dan la mano.
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