Aquí os dejo una nueva colaboración con la revista Es_cultura, sobre Homeland
La 4.ª temporada de «Homeland»: la serie
Lo siento por el spoiler (para los que continuéis leyendo) pero es necesario y estoy seguro de que no le restará un ápice de interés. ¿Puede una serie sobrevivir sin su protagonista principal? Veamos.
La narrativa tradicional nos indica que no. Bastante difícil es crear un personaje redondo, con matices, con problemas, con una identidad claramente dibujada y con un mundo alrededor como para ir matándolo así, a la primera de cambio. Y sin embargo es posible, novedoso, pero posible. El maestro de la muerte de los personajes es, sin duda, R. R. Martin.
Homeland, una gran serie, sobre todo la primera temporada, vuelve a la carga y, si alguien esperaba un gran giro argumental o una resurrección lazaresca se equivoca. Simplemente, la serie se transforma y prosigue sin su personaje principal, el amigo Brody (Damien Lewis), el marine confuso, complejo, convertido en un personaje redondo. Sí nos acompaña de nuevo la no menos compleja Carrie Mathison (Claire Danes), la rubia medio loca de la CIA junto con la mayor parte de los personajes que ya conocíamos: Saul Berenson, Peter Quinn, Dar Adal…
En la cuarta temporada nos trasladamos a Pakistán y a la lucha de los EE. UU contra el terrorismo internacional, concretamente, contra los talibanes, si bien, aparecen algunas de las —tristemente olvidadas ya y tan recientes— ejecuciones del Estado islámico. En este contexto, se muestran bien definidas las luces y sombras de este fenómeno, en el fondo la clásica lucha de la civilización contra la barbarie, aunque no falta la visión crítica de los métodos y manejos políticos de los EE. UU.
Para hacernos una idea de esta dicotomía, en el primer capítulo, Carrie ordena un ataque aéreo contra un objetivo. Tras dejar caer una bomba que matará a un buen número de civiles —el piloto del avión le afeará su conducta asesina—, acto seguido los compañeros del cuartel superinteligente felicitarán a su compañera con una hermosa tarta y sus velitas como si nada hubiera pasado.
No falta la acción en esta temporada, dispositivos de vigilancia muy sofisticados y otros menos, secuestros, interrogatorios, mentiras para conquistar el corazón de un delator, la traición, los agentes de la inteligencia pakistaní (¿amigos o enemigos?), la lealtad a la bandera o al corazón, tiros, huidas, persecuciones y un largo etcétera de ingredientes que, sumados todos ellos, conforman el cóctel mágico de una buena serie de espías al modo tradicional con los componentes de la más rabiosa actualidad.
Y es que el género siempre resulta, cuando menos, entretenido, y lo cierto es que esta temática se echaba en falta en la parrilla televisiva, ya que la única serie reciente de espías, The Americans (espías en la Guerra Fría), se centraba en una época que nos resulta algo lejana ya en el tiempo.
Así que, en resumidas cuentas, claro que podemos matar al protagonista, la única condición parece ser que el resto del mundo que ambienta la serie sea tan potente como para que tenga vida propia, como para que pueda funcionar sin él, y sí, se puede, y de qué manera.
Por Pablo Lorente
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