Pablo Lorente |
Los horarios irracionales
Que “Spain is different” lo sabe hasta el más pintado. Tan diferentes somos que, por originales, no tenemos tan siquiera unos horarios medianamente lógicos en relación con el movimiento del sol y, queramos o no, y a pesar de la chupitecnología que nos rodea, rige nuestra vida.
Desde el año 1942 –y la cosa va para rato, debe ser muy difícil llegar a un acuerdo en el asunto- las horas de España se rigen por lo que dictó Alemania y no con el meridiano de Greenwich, que sería lo normal dada nuestra situación geográfica. El cambio implicaría que deberíamos atrasar los relojes una hora, acercando nuestra hora a la solar. El desbarajuste es tal que existe, incluso, una Comisión Nacional para la racionalización de los horarios españoles, toma ya (ARHOE, una entidad sin ánimo de lucro).
Hace unos meses la ministra Mato propuso a diversos medios de comunicación que el horario de máxima audiencia se adelantara para que los pobres españolitos, incapaces de apagar la “caja tonta” a tiempo para no estar destrozados al día siguiente, pudieran acostarse un poquito antes. Por supuesto, y como era de esperar, las televisiones le han hecho un elegante corte de mangas aduciendo que los horarios no los deciden ellos, sino los telespectadores con sus costumbres; falacia argumentativa que está a la misma altura que decir que la telebasura existe porque la demandamos con nuestro poder absoluto a través del mando a distancia.
Pero claro, la cosa tiene su guasa y ya se sabe, el que esté libre de pecado… Pongamos que María trabaja como dependienta en una tienda. El comercio de marras ha abierto a las 10 y cierra a las 22 h., porque como todo el mundo sabe, es vital para nuestro bienestar poder comprar un móvil o una barra de pan a las 22 h. Supongamos que la cosa se da bien y no hay ningún gilipollas que entre a las 21,55 –la tienda está abierta, claro-. Con suerte, María podrá salir pronto (todavía tendrá que limpiar, reponer, hacer caja…) y si no está demasiado cansada, podrá quedar con amigas, novio, prima, marido o llegar a tiempo a casa a tiempo para acostar a los niños. Porque cuando nuestra amiga María ha llegado a casa son, como pronto, las 22,45 o las 23 h.
Para que luego le digan a nuestra amiga que el horario de “prime time” tiene que acabar antes, con dos cojones.
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