Sobre el diálogo, la política, el ponernos de acuerdo y otras aventuras. Publicado en Bajoaragondigital Pablo Lorente |
Vamos a dialogar
El clima anda enrarecido últimamente. Todo el mundo tiene claro lo que es la democracia (otro día hablaré del invento), lo que se debe hacer aquí y allá, cuáles son los problemas que nos aquejan y, por desgracia, parece que el mundial de fútbol no parece anestesiarnos lo suficiente; así que el personal sigue perorando en medio del desacuerdo, hasta que todos parecen ponerse de acuerdo en una palabra mágica: Diálogo.
Vivimos en un país “buenrollista” que no tiene parangón: que se quema un bosque, vamos a dialogar; que se cae un meteorito, vamos a dialogar; que un barrio de Samper de Calanda pide la independencia, vamos a dialogar... Y no, de verdad, que no, ¡leches en vinagre!, que no siempre hay que dialogar. Muchas veces no hace falta, por suerte o por desgracia hay ciertas verdades absolutas que nos amparan (no sé: el cielo es azul, el agua moja, los impuestos, la muerte…) y, además, por si fuera poco, tenemos leyes, mejor o peor hechas pero normas, al fin y al cabo, que rigen nuestro mundo.
Las acepciones 1 y 3 del diccionario de la Real Academia dicen sobre la palabra diálogo: “Plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos” y “Discusión o trato en busca de avenencia”. Como se ve, en la primera entrada ni siquiera hay que ponerse de acuerdo ni llegar a nada claro, lo que es charrar de toda vida de Dios, y eso, los políticos lo hacen de chupén de lerén. En la tercera se trata de la búsqueda de acuerdo, lo cual tampoco se asegura, por lo que no hay que descartar que no sea útil.
No sé si será el escepticismo posmoderno, o es que ahora todos somos cabezas pensantes de impresión; a lo mejor, sin más, el ser humano no está diseñado para esos menesteres dialógicos, no lo descarto. Porque, vamos a ver, podemos dialogar sobre lo que queramos: el sexo de los ángeles, cuál es el mejor equipo del mundo y así hasta el infinito. Muy bien, le pedimos al camarero que nos vaya sacando unas cuantas botellas y unos cubitos de hielo y a darle a la sinhueso el rato que sea menester, sin problema.
Ahora bien, hay cuestiones que no admiten el diálogo ni la duda. A lo mejor, el problema de fondo, lo que nos quedaría por resolver es si sabemos aceptar un “no” como respuesta. Si el plazo para presentar los papeles acaba el día 20, si lo mando el 21, no pasa nada, total; si es una carretera de 100 km/h y voy a 110 no pasa nada; si… y así con todo.
Así que eso, cuando recibamos la próxima multa de tráfico, vayamos a la DGT a dialogar, a ver qué pasa. Sí, sí, más diálogo, y una leche.
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