WHITE COLLAR (LADRÓN DE GUANTE BLANCO) (Jeff Eastin,
EE.UU., USA Network, 2010)
White Collar es una de esas
series de ingenio que suelen ser siempre entretenidas. Con serie de ingenio
llamo a aquellas producciones donde lo que prima es que uno de los personajes
tiene habilidades intelectuales muy por encima de la media para la resolución
de problemas de distinto tipo. Es el caso de Mike Ross en Suits, también de House,
en donde se aplica la inteligencia supina del cabroncete doctor para resolver
las dolencias de los pacientes, pero cuya lógica es la misma que en la novela
detectivesca, al modo de Sherlock Holmes o su versión de serie Sherlock.
Durante la redacción de estas líneas se ha robado el Códice Calixtino en
Santiago de Compostela y el robo de arte ocupa todas las portadas. Esta
temática se hace ficción en White Collar.
En casos reales, sin embargo, poco glamour podemos destacar en la figura del
expoliador Erik “el belga”.
El personaje principal es Nathan (Matt Bomer), un experto ladrón de arte
y falsificador recuperado de prisión como consultor para el FBI. Así, con la
estética de un triunfador (guapo, con dinero, con estilo, con un inevitable
atractivo para las mujeres), Nathaniel, debe superar la diatriba entre el bien
y el mal, aunque su oficio se presenta como un menester glamuroso. En el
desarrollo de la serie podemos ver que hay dos tramas en paralelo. Esta
disposición (de cuerda le llamaremos más adelante) tiene como misión hacer que
los aficionados a la serie se enganchen por la trama secundaria –y más
interesante— y aquellos que se la encuentren en la parrilla la puedan seguir
sin ningún problema, ya que se resuelve un caso por capítulo.
El guapo protagonista, que comienza la primera temporada encerrado en
prisión, huye para encontrarse con su bien amada Kate, sin embargo, esta ha
desaparecido dejando tan sólo tras de sí una misteriosa caja de música (esta
misma trama sigue en la segunda temporada). Sin embargo, pronto se pondrá en
contacto con él de forma misteriosa para que le entregue a alguien cuya
identidad desconocemos y no se puede desvelar en estas páginas, todos los
botines obtenidos a lo largo de años de fechorías.
Como acompañante del elegante ladrón debemos destacar al agente Burke
(Tim Dekay) del FBI, especializado en el robo de obras de arte y que es quien
asume su custodia para devolverlo a la libertad. Entrañable personaje, casi
paternal en algunos momentos, deberá tomar la decisión de respetar la ley o
vulnerarla muy levemente para que el ex convicto, a quien por cierto admira
bastante e incluso envidia en ocasiones, le pueda ayudar a atrapar a los malos.
Da buen resultado esta pareja, que puede resultar en ocasiones un tanto
quijotesca por los evidentes contrastes entre los dos personajes. Cierto
protagonismo adquiere también su comprensiva esposa, Elisabeth Burke,
interpretada por la actriz Tiffani Thiessen, a quien recordaremos de
producciones más juveniles de no hace demasiados años como Salvados por la campana o Beverly
Hills, 90210. Ella, al igual que su marido, cae rendida –en los términos
más castos— a los encantos de Nathan.
Por último, podemos hablar de Mozz, el escudero de Nathan. Es un curioso
personaje que le ayuda en las tareas más bajas de investigación, es su amigo,
su abogado y su confesor. Gracioso el personaje interpretado por Willy Garson,
que podemos recordar de Sex and the City.
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