En "El Cultural" del periódico El Mundo del 11-02-2011, la autora de novelas para jóvenes (Literatura Infantil y Juvenil, LIJ) Cornelia Funke, declara: "Me he hecho asquerosamente rica escribiendo para niños y jóvenes" La afirmacíón nos podría parecer muy bien, si no fuera porque en muchas ocasiones, la noción del negocio en la literatura, pervierte su propia esencia, el goce estético y la formación de la educación literaria, fundamentalmente.
Escribo estas líneas para la reflexión, espero que pronto se publique alguno de los artículos que he estado realizando estos últimos meses al respecto.
De momento, adjunto el artículo de El Mundo:
Se deja llevar por la imaginación para crear aventuras ocurrentes a las que es difícil resistirse. Además, cuenta con el apoyo inestimable de su hija Anna, su lectora favorita, que revisa siempre sus manuscritos y opina sobre ellos antes de que su autora los dé por terminados.
Esta es la historia de una ilustradora que un buen día de hace tan solo siete años decidió cambiar los lápices de colores y las acuarelas por el ordenador puro y duro, para dedicarse en cuerpo y alma a la dulce tarea de dejar volar la imaginación y plasmar sobre el papel todo lo que salía de su cabeza. "Llegó un momento en que me aburrí de dibujar, y me pareció mucho más sugerente lo de contar historias. De todos modos, ahora sigo siendo una persona muy visual a la que le interesan mucho las imágenes, y por ello soy la ilustradora de mis propios libros. Creo que no hay nadie mejor que la propia autora para hacerlo", cuenta la escritora alemana. Y antes de todo eso Funke (Dorsten, Westfalia, 1958) soñaba con ser piloto o astronauta. Luego optó por las labores de educadora social infantil y ahí empezó su verdadera vocación literaria, al comprobar que el mundo está lleno de niños que sufren y están muy solos, a los que la literatura puede ayudar mucho.
Tras la publicación de Corazón de Tinta (2006) la autora se convirtió en una de las escritoras para jóvenes más reconocidas en el mundo entero. Y ahora sorprende a sus lectores más fieles con una ingeniosa historia que ha llamado Reckless, carne de piedra, y que se ha publicado nada menos que en doce idiomas a la vez. En ella cuenta las aventuras de Jacob Reckless, un niño que entra a través de un espejo en un mundo paralelo en el que va a vivir todo tipo de situaciones. Por primera vez, la idea se la sugirió un buen amigo y Funke fue tirando del hilo hasta crear a Jacob, el protagonista. "Escribo lo que me hubiera gustado leer cuando era una niña, no lo concibo de otro modo. Devoraba los libros y me encantaban las historias llenas de peripecias y aventuras, sobre todo las de Michael Ende. También me sabía de memoria todos los libros de Narnia escritos por C. S. Lewis. Ahora que me toca imaginar a mí la verdad es que no me cuesta demasiado esfuerzo -explica Funke-, la vida en sí misma ya es suficientemente inspiradora y mis historias fluyen de un modo muy espontáneo. Incluso los personajes viven su propia vida, sin consultarme nada".
Afirma que niños y jóvenes constituyen un público más abierto y más receptivo que el adulto, puesto que siempre están dispuestos a sumergirse en cualquier historia. Y, aunque la estadística no engaña y demuestra que los niños de ahora leen menos que los de antes debido a las numerosas distracciones en las que se ven envueltos, lo cierto es que el caso de Cornelia Funke es la excepción (junto a otros autores, como sería el caso de la madre de Harry Potter) que confirma la regla. Ahí están sus innumerables seguidores, dispuestos a devorar afanosamente página tras página siempre que éstas lleven la firma de la autora alemana. "Me gusta recordar la frase del escritor británico Phillip Pullman, que afirma que para que un niño se aficione a la lectura no hay como decirle que esos libros que ve en la estantería son totalmente prohibidos, puesto que están llenos se sexo y crímenes".
Funke, disciplinada hasta la médula "puesto que mis hijos y yo vivimos de esto" (afirma riendo), tiene en su hija Anna (una joven de casi veinte años) a la mejor de las lectoras. "Ejerce una gran influencia sobre mí y siempre le hago caso. Hace años que le doy mis manuscritos a leer y me dejo guiar por sus consejos. Tiene mucha intuición y muy buen criterio", aclara la escritora, que escribe seis horas cada día cuyo fruto son unas cinco páginas que después rescribe sin parar.
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