Agitamos la coctelera de «Quantico»
Pensaba que no era posible, sin embargo, esta serie demuestra que se puede hacer. Preparamos la coctelera y ponemos dentro un atentado terrorista que devasta la Estación Central de Nueva York, luego añadimos toda una promoción de aspirantes a agentes del FBI con sus secretos, miserias y pasado —ya sabemos que la sede está enQuantico, de ahí el título de la producción—, introducimos a algunos agentes que los forman, por supuesto, también con sus miedos y secretos. Agitamos y, aunque parezca mentira, el cóctel resultante es una cosa malísima e insoportable.
Eso es lo que le pasa a esta decepcionante producción de acción que intenta seguir los pasos de la fabulosa 24, por lo menos en cuanto a la temática de la protección contra el terrorismo. Parece haber ecos también de la fascinanteHomeland en su primera temporada, no solo por la temática, sino porque se trata el tema de la traición interna, es decir, que alguien que se supone que debe servir a su país, se cambia de bando. Sin embargo, nada de todo ello se consigue, fundamentalmente, porque el ritmo de la serie es incomprensible.
En lo narrativo, han querido jugar con la conjugación de dos tiempos, el de la formación de agentes y el de la investigación posterior al atentado, de tal modo que prácticamente convivan con el tiempo de visionado del espectador. Si nos referimos al mundo narrativo de la novela buscando algo similar, podemos detectar su uso, por ejemplo, enConversación en la catedral de Vargas Llosa. Invito a cualquier curioso a adentrarse en esta lectura, aunque solo sea como reto intelectual. Personalmente, a pesar de lo subyugante de la propuesta, la lectura de la novela me condujo a la frustración y al desaliento, de la misma manera que la serie.
En Quantico, asistimos al pasado de la formación de los agentes y, en menos de dos minutos, pasamos al presente de la investigación, en donde se pretende dar caza a la agente Parrish (Priyanka Chopra) acusada del atentado. Dos minutos después, pasamos a otro personaje, luego a otro y así sucesivamente, convirtiendo el visionado en un puzle innecesario, vertiginoso y cansino.
Por Pablo Lorente
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