viernes, 9 de enero de 2015

PANORAMA NARRATIVO DEL 2014

Me tomo la libertad de copiar el excelente artículo de Jordi Corominas sobre la producción narrativa del año 2014.

Publicado en la revista Número cero.

 

Panorámica de narrativa española 2014

Publicado el 09.12.14
por Jordi Corominas i Julián
@jordicorominas
Es extraño pensar en 2014 desde lo narrativo en España. Ha sido un año donde muchas grandes espadas y promesas que ya son realidades han publicado su libro de rigor, pero la distancia, que a veces es el olvido, desdibujada este retrato de doce meses. Parece que algunos volúmenes hayan aparecido hace siglos, mientras otros, seguramente por la calidad de su contenido, han permanecido en un rinconcito del cerebro y han extendido un virus positivo de crecimiento que no percibí en su primera lectura.
Por supuesto todo elenco es subjetivo. Sé que algunos títulos se quedarán en el camino, y no pasa nada. Uno de los grandes problemas de este país es que aun se editan demasiados manuscritos. Otro es la crítica hiperbólica que considera cualquier texto como la gran panacea que después espera su turno en el almacén de devoluciones. Quizá esa crisis que nunca termina reubique el panorama. No lo sé. Veremos.
Enero empezó fuerte, tanto que muchas de las obras que vieron la luz durante del debut del año de las mil conmemoraciones han aguantado bien el tirón del tiempo. Uno de los más destacados es un repetidor porque, en realidad, nació para el público a finales de diciembre de 2013. Hablo de ‘Autopsia’ de Miguel Serrano Larraz, una de las mejores novelas de los autores de finales de los setenta donde se mezcla la vivencia del protagonista, retraído y muy observador, con un grandísimo personaje que representa la fascinación y la decrepitud de una España joven ya envejecida. La brevedad de este repaso no me permite extenderme mucho más en una trama nada lineal que adquiere su dinamismo y originalidad por romper con lo previsible al tiempo que condensa ideas y una visión de su época desde el desencanto de la normalidad.
A lo largo del primer mes del año también ‘Niños en el tiempo’, rompecabezas de Ricardo Menéndez Salmón donde sus tres partes se unen por un hilo muy sutil repleto de la maestría narrativa a la que ya nos tiene acostumbrados el gijonés, uno de los nombres que podemos considerar como referencias que quizá merecerían mayor consideración en nuestro canon contemporáneo, y lo mismo ocurre con Mario Cuenca Sandoval, brillante y siempre innovador con 'Los hemisferios'.
Quienes ya lo tienen desde otra perspectiva son Agustín Fernández Mallo y Enrique Vila-Matas. El primero nos entregó su mejor novela hasta el momento con ‘Limbo’, compendio de todas sus obsesiones, afinadas con una prosa menos fragmentaria que en anteriores ocasiones y una fluidez notable tanto en la interrelación de conceptos como en el modo en que hilvana la totalidad que propone. En el caso del segundo ‘Kassel no invita a la lógica’ prosigue la senda coherente del barcelonés, un novelista europeo, despojado de fronteras, en un universo que en ocasiones peca de exceso de provincialismo. En Kassel el arte contemporáneo es la excusa que le lleva a un paseo walseriano que va más allá del maestro para adentrarse en territorios reconocibles donde la ironía, la reflexión y las simbologías juegan en espacios supuestamente cerrados que adquieren valor más allá de lo literario.



No podemos cerrar la temporada de invierno de este 2014 sin hablar de ‘La trabajadora’ deElvira Navarro. En los trimestres previos se habló de una cierta novela de crisis que en muchas ocasiones sonaba impostada, como si las circunstancias hubieran impulsado a una serie de autores, jóvenes en su gran mayoría, a dar con la tecla que retratara el actual descalabro. La narradora onubense consiguió darle una nueva dimensión mediante una trama donde el malestar es sobre todo personal y vira hacia lo colectivo a través de la existencia de la protagonista y los espacios que recorre, con esa periferia desolada que es una metáfora más que válida para comprender determinados desastres de nuestro siglo XXI, algo que más tarde, ya en otoño, abordará Carlos Pardo con ‘El viaje a pie de Johann Sebastián’, novela donde el apunte autobiográfica va de lo individual a lo comunitario desde la inteligencia de enfocarlo a partir de la descomposición de una familia de clase media española. Mediante esta elección el autor abraza un mayor arco cronológico en que las vicisitudes de los personajes son también las del lugar donde transcurre su existencia, mezclándose así la historia con la Historia.
Primavera fue en mi recuerdo para dos jóvenes. Jenn Díaz prosiguió con su prodigiosa carrera dando el salto a una editorial de relumbrón con Es un decir, novela plagada de su ya habitual tono intimista deudor de Ana María Matute y Carmen Martín Gaite. La joven autora catalana arriesgó más con ‘Mujer sin hijo’, que si bien fue publicada en 2013 merece ser mencionada porque supuso, desde recepción más o menos discreto, una pequeña vuelta de tuerca donde mostraba otro tipo de narrativa más ambiciosa y menos continuista con relación a su anterior producción.
El otro nombre de la generación de los ochenta a considerar durante 2014 es el de Juan Gómez Bárcena. Su ‘El cielo de Lima’ me sorprendió por rigor, seriedad, capacidad de alargar un hilo escueto y el modo de narrarlo, imposible sin una documentación que en otro autor hubiera entorpecido la prosa que cuenta esa efeméride de dos jóvenes peruanos de buena familia que engañan al mismísimo Juan Ramón Jiménez en una historia con muchas capas que van desplegándose a medida que avanza el relato.



Entre los veteranos no podemos obviar dos pesos pesados. Ignacio Martínez de Pisón y su ‘La buena reputación’ prosiguen con su sana obcecación por revisitar lances de la Historia española que han caído en un cajón fondo donde yacían sin esperanzas de recuperación. La historia de una familia del protectorado vuelve a su amor por las sagas, presente en la magnífica ‘Dientes de leche’, y las novelas de largo recorrido cronológico como ‘El día de mañana’.
J.A. González Saínz , soriano de origen y triestino de adopción, publicó El viento en las hojas, compendio de relatos donde su tempo narrativo sigue con su matrimonio con un modo de plasmar la realidad que combina dureza y una lírica muy potente repleta de detalles a la postre fundamentales para sus tramas, como si así se exigiera a sí mismo y al lector, quien no puede descuidarse, pues el embelese de lo escrito es una trampa que a veces oculta el verdadero significado de lo narrado, fuerte desde muchos puntos de vista y demasiado poco reconocido.
Verano, pese a quien le pese, es mes de relecturas y sumergirse en clásicos que el año académico no permite devorar. Cuando llegó otoño la dichosa rentrée asomó floja en la superficie y ganó cuerpo a medida que avanzaban los días. El libro de septiembre fue ‘Los huérfanos’ de Jorge Carrión, segunda entrega de su trilogía iniciada con ‘Los muertos’. Ambas deben mucho al amor del finalista del premio Anagrama de ensayo 2013 para con las series, si bien Los huérfanos da un salto que para quien escribe esta panorámica radicó en la forma usada para transmitir una constante tensión narrativa muy cerebral, casi asfixiante, algo con lo que podría equiparársele con otros mecanismos, proclives a la mezcla de géneros, Y el cielo era una bestia de Robert Juan Cantavella, inmerso en la duda perpetua de un balneario que propicia el enfrentamiento entre la montaña y el llano, entre lo elevado y lo popular, con su texto enfrentado a la exégesis de misterios que van de lo surrealista a lo detectivesco.
El año terminó fuerte. Sergio del Molino se consolidó con ‘Lo que a nadie le importa’ que, casi sin querer, guarda similitudes con ‘El impostor’ de Javier Cercas y ‘Como la sombra que se va’ de Antonio Muñoz Molina. Las tres quiebran con la novela clásica y afrontan en primera persona una investigación que integra al narrador como voz en búsqueda hacia un campo que es el otro: un abuelo, un gran farsante y un asesino. Las notables diferencias entre las tres no las eximen de sus semejanzas, remarcables por lo que ofrecen en la lucha, presente en otros autores de la lista, de romper con lo que la convención entiende cómo novela, algo de lo que no se aparta, pues es una de sus señas de identidad que le han conferido prestigio y un lugar en la cumbre, Juan Marsé, quien sigue con ‘Noticias felices en aviones de papel’ vuelve a su querido barrio de Gracia con una nouvelle que no está a la altura de su genio y huele a esbozo de un proyecto de más envergadura. Termina 2014 y el balance es positivo entre lo nuevo y lo viejo. Algunos, no se exciten, dirán que he olvidado a Javier Marías, y tienen razón. Lo tengo en la despensa, a la espera de saborearlo. Hay obras que por determinados motivos no requieren una urgencia lectora, atienden su momento y por ello no he citado 'Así empieza lo malo' en estas páginas. Deseo que su título no sea un augurio de 2015. Ya veremos. 

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