(Daniel Percival, Edward Hall, Bill Eagles, Alex Holmes, Paul
Wilmshurst, Reino Unido, Sky, 2010)
La psicología posee una enorme ventaja frente a otras disciplinas porque
es capaz de darle nombre a todo lo que le puede ocurrir a un humano. Se
entiende con más o menos facilidad alguna terminología como el “síndrome de
estrés postraumático”, pero entendemos con algo menos de facilidad lo que le
ocurre a un soldado de vuelta a casa.
¿Cómo es posible que un militar profesional firme, sin más, un contrato?
¿Cómo es posible que un militar, cuyas competencias profesionales incluyen
matar de diversas formas se incorpore luego a una vida de civil, sin más? El
cine se ha encargado también de acercarnos a esta realidad de diversas formas.
Una de las escenas más llamativas se da en la película Hurt Locker (En tierra hostil)
en donde el protagonista (un especialista en desactivación de explosivos)
regresa a su casa. Cuando va a un centro comercial se encuentra abrumado cuando
debe elegir qué cereales para el desayuno comprar, delante de él, una enorme
estantería con cientos de tipos distintos.
Las series también han incidido en esta temática, en el capítulo segundo
de Luther, el asesino de policías es
un miembro del ejército retirado con deshonor que intenta vengar a su padre. En
Persons of interest, la detective
Carter, que intenta atrapar al señor Reese ha sido interrogadora en Irak, por
no hablar del sargento Brody de Homeland,
cuyo caso es particular. Supongo que esta temática será un filón en los
próximos años, hasta que nuevas contiendas amplíen el abanico.
Volviendo a nuestro Strike Back, que podríamos traducir como “volverlo a intentar”, un soldado de las fuerzas británicas debe rescatar a un personaje importante justo antes de la intervención internacional en Irak. Algo sale mal y dos de sus mejores amigos son abatidos y él es gravemente herido. Su obsesión es un niño con una cicatriz en la cara (“Scarface”, le llaman, como en la conocida película) al que impidió detonar un chaleco explosivo sin matarlo, y que luego, en teoría, acabó con la vida de sus amigos. Tras volver a la vida civil, mendigar un oficio como guardia de seguridad, es de nuevo reclutado para salvar a una joven reportera, hija del antiguo Ministro de Asuntos Exteriores, uno de los responsables de la invasión. Como buen héroe que es consigue liberar a la chica él solito y rencontrar a Scarface, quien prometió en su día dar su vida por la de John, el protagonista. El niño, ya hombre, cumple su palabra, pero también desvela el gran secreto, él no apretó el gatillo contra sus amigos sino que fue un miembro de los servicios de inteligencia militares (Collinson) que participaba con ellos en la misión, con lo que la pregunta vuelve a ser obligada, como en tantas otras series: ¿quién es el capitán Collinson? Con esa duda estaremos los seis capítulos de esta miniserie que transcurre, a razón de dos capítulos por lugar en Irak, Zimbawe y Afganistán. Esos espacios se van alternando con imágenes de Londres y el interior de los edificios de la inteligencia británica.
Al final, descubriremos
el secreto, pero es una lástima porque el secreto se queda en nada y la serie,
por cierto, se resuelve con graves problemas de verosimilitud, como si hubieran
tenido prisa a última hora por finalizarla.
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